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El anacrónico sindicalismo del transporte en Bolivia

En Bolivia, los sindicatos del transporte han emergido como actores políticos de significativa influencia, capaces de incidir en decisiones gubernamentales, mediante medidas de presión como huelgas y bloqueos. Este artículo examina el proceso de consolidación de su poder, los mecanismos utilizados para ejercer influencia y el impacto de sus acciones en la sociedad boliviana. Por lo tanto, se intenta comprender la dinámica de estos sindicatos y su relación con el Estado y la ciudadanía

En, Bolivia los sindicatos del transporte representan uno de los sectores sociales con mayor capacidad de presión y movilización, pero también con una cultura política profundamente conservadora que, por lo general, siempre impulsa las conductas de violencia en sus acciones de choque. Su presencia se manifiesta en casi todas las ciudades del país, con estructuras jerárquicas bien consolidadas y una base gremial sólida, que responde con rapidez a las decisiones de sus dirigentes. La historia reciente de Bolivia, muestra que estos sindicatos no solo se limitan a representar los intereses de sus afiliados, sino que también se han convertido en “actores políticos” que poseen una notable influencia sobre los gobiernos de turno.

Una de las estrategias más recurrentes empleadas por estos sindicatos, es el uso del paro de transporte, la huelga y el bloqueo violento de vías como herramienta de negociación e imposición de sus demandas. Esta táctica ha sido utilizada en diversas ocasiones para exigir subsidios, modificar normativas o presionar a favor de ciertos intereses. Por ejemplo, en octubre de 2023, la Confederación Sindical de Chóferes de Bolivia anunció un paro de 48 horas con bloqueo de carreteras, en rechazo al cobro de patentes por parte de los gobiernos municipales. Esta medida, que paralizó amplios sectores del país, fue decidida en un ampliado nacional realizado en el departamento de Tarija. La capacidad de organización local y territorial, hace que los transportistas sean muy fuertes en las grandes ciudades capital, lo que también recuerda una trayectoria histórica que se remonta a la dictadura de Luis García Meza en 1980, donde los sindicatos del transporte, de inmediato, apoyaron el golpe de Estado y trataron de evitaron que García Meza abandone el poder en 1981. Desde esta época, los transportistas buscaron consolidar su influencia política conservadora y verticalista.

Las estrategias nacionales, las movilizaciones regionales y todas sus demandas muy bien planificadas, contrastan con un parque automotor que es reacio al control, la regulación técnica y la seguridad para ofrecer un servicio seguro a los ciudadanos. En realidad, sucede todo lo contrario pues los chóferes prefieren la renta diaria y de largo plazo, favorable a sus perspectivas económicas, siempre crecientes, antes que satisfacer un servicio de transporte con calidad y, sobre todo, capaz de otorgar seguridad.

Los accidentes son constantes y el sindicalismo se rehúsa a poner límites a las conductas irresponsables de sus afiliados, generando una red de contacto político para seguir beneficiándose de la subvención de los combustibles que los favorece económicamente y tiende a romper la normatividad institucional de la democracia, pues los chóferes consideran que la regulación del transporte es inútil. Abiertamente, su conducta política prefiere el caos y la desregulación que no es, necesariamente, una estrategia económica, sino más bien una actitud para dejar hacer, dejar pasar y promover comportamientos anómicos en el transporte público.

El impacto de estas conductas y presiones políticas para expandir una lógica de beneficio personal o sindical “cerrado”, es profundo. Las actividades cotidianas de la ciudadanía se ven interrumpidas: los estudiantes no pueden asistir a clases, los trabajadores llegan tarde o pierden sus jornadas laborales y los enfermos no pueden acudir a sus centros de salud. Esta capacidad de paralizar el país, otorga a los sindicatos del transporte un poder que excede el ámbito laboral, ubicándolos como actores clave dentro del sistema político boliviano. Los chóferes se benefician por doble partida; por un lado, imponen su lógica de enriquecimiento, sin otorgar garantías de transporte seguro y, por otro lado, representan un actor político que exigen un lugar dentro del sistema democrático, pero a costa de debilitarlo por medio de coacciones que privilegian el uso de la violencia.

El sindicalismo del transporte carece de una “ética del servicio” y tampoco se percibe a sí mismo como parte de un valor público esencial, sino como un negocio individual o grupal restringido. Esto se refleja en el desinterés por la seguridad vial, el rechazo a las capacitaciones obligatorias y la oposición a todo tipo de reglas que prioricen al usuario sobre el conductor sindicalizado.

Investigadores como Komadina y Geffroy (2007) sostienen que este poder no es casual, sino el resultado de una acumulación histórica de legitimidad y organización dentro del campo popular, aunque conservador-autoritario. En su análisis sobre el Movimiento al Socialismo (MAS), señalan que los sindicatos del transporte han jugado un papel clave en la gobernabilidad, al formar parte de la coalición de movimientos sociales que respaldó al gobierno del ex presidente, Evo Morales (2006-2019). Esta cercanía con el poder político, otorgó a los chóferes varios favores, como el acceso a gasolina barata y licencias de operación, lo que fortaleció aún más su estructura y capacidad de acción unilateral, pues se niegan a cualquier control en cuanto a políticas públicas con la participación ciudadana.

Esta alianza con el poder ha generado también efectos negativos. La impunidad con la que actúan ciertos dirigentes, la falta de fiscalización y el uso desproporcionado de la protesta bloqueadora como herramienta política, lo cual ha generado un malestar creciente entre los ciudadanos. En muchas ocasiones, las huelgas se llevan a cabo sin una consulta amplia con las bases y los costos (molestias, retrasos, confrontación y violencia en las calles), son asumidos por la sociedad en su conjunto.

Uno de los aspectos más preocupantes, es la falta de alternativas de movilidad durante los paros. Bolivia no cuenta con un sistema público de transporte sólido que pueda suplir la ausencia del transporte sindicalizado. Esta dependencia estructural agudiza el impacto de los bloqueos y otorga a los sindicatos un poder, prácticamente monopólico en el sector.

Para abordar esta situación, es necesario que el Estado fortalezca sus mecanismos de diálogo y establezca regulaciones claras para lograr un equilibrio entre el derecho a la protesta y el derecho al libre tránsito, junto con la educación y salud ambiental pues existen muchos automotores que deben salir del mercado, por ser muy obsoletos y altamente contaminantes. Asimismo, es vital fomentar nuevas formas de transporte público que reduzcan la dependencia de los sindicatos y promuevan un “servicio público más justo”, accesible y controlado por el Estado o instancias municipales.

Mientras en Bolivia los sindicatos siguen operando bajo una lógica corporativista y visiones políticas bastante restringidas a su rentabilidad inmediata con vehículos a gasolina, en muchas ciudades del mundo, el transporte público ha tomado otro rumbo, basándose en la innovación tecnológica, la planificación urbana sostenible y la diversificación de medios para la modernización del transporte, sobre todo masivo, en aquellas metrópolis de millones de habitantes.

Por ejemplo, la ciudad de Medellín, Colombia, ha desarrollado un modelo de transporte que combina la utilización del metro, tranvías, metro-cables y buses integrados, todo un sistema gestionado por una empresa pública con estándares de calidad, seguridad y amplia cobertura. Este sistema redujo, significativamente, la dependencia de sectores gremiales tradicionales y ha sido reconocido internacionalmente por su impacto social y ambiental positivo.

Otras ciudades como Ciudad de México, Santiago de Chile, Buenos Aires y varias urbes europeas, apostaron por el uso del metro, trenes eléctricos, carriles exclusivos para buses y aplicaciones móviles para gestionar rutas, pagos y frecuencias de servicio. Todo esto con el objetivo de garantizar una gran eficiencia, seguridad, accesibilidad y también la sostenibilidad ambiental. Las emisiones de CO2 se convierten en el principal enemigo de los sistemas de transporte tradicionales por medio motores a diésel y gasolina que, tarde o temprano, serán abiertamente rechazados por los ciudadanos, debido a las consecuencias desastrosas del cambio climático.

En las ciudades de La Paz y El Alto, el “Teleférico” es otro ejemplo local que demuestra que “otra lógica de transporte” es posible en Bolivia. Este sistema, gestionado por el Estado, ha mejorado la conectividad entre zonas periféricas y urbanas, sin depender del poder sindical arbitrario. La aceptación ciudadana de este medio de transporte limpio, refleja la demanda de otros servicios modernos, que estén libres de los chantajes políticos.

Este contraste evidencia que la persistencia del modelo sindicalizado boliviano, ya no responde a una imposibilidad tecnológica o geográfica, sino a una estructura de poder enquistada en viejas élites conservadoras y poco educadas, lo cual ha frenado el desarrollo de alternativas más democráticas y funcionales para la ciudadanía.

En conclusión, los sindicatos del transporte han logrado consolidar un poder político y de presión social, que influye de forma decisiva en el curso de la cultura política democrática en Bolivia. Si bien su rol fue clave en la defensa de los derechos laborales y en la articulación de demandas sociales, es urgente revisar sus prácticas autoritarias y violentas, buscando los mecanismos de equilibrio que aseguren el bienestar de toda la ciudadanía. Su fuerza política no puede estar por encima del interés colectivo ni del Estado de derecho.

Mientras el mundo avanza, progresivamente, hacia sistemas de transporte público más sostenibles, democráticos y tecnológicamente integrados, en Bolivia continúa una estructura gremial que responde más a intereses corporativos que a las necesidades colectivas. Esta contradicción está incubando un conflicto inevitable entre una ciudadanía que exige calidad y un sindicalismo que se aferra al poder conservador a cualquier costo.

En Bolivia, los sindicatos del transporte no solo han consolidado un poder desproporcionado en el ámbito político y social, sino que también son una fuerza que, bajo una lógica rentista y conservadora, obstaculiza el derecho ciudadano a un transporte digno, moderno y seguro. Su cultura política vertical, autoritaria y refractaria a cualquier forma de control o innovación, representa un serio límite al fortalecimiento de la democracia y del servicio público eficiente.

Mientras el mundo apuesta por modelos de movilidad urbana sostenibles, eficientes y centrados en el ciudadano, Bolivia permanece atrapada en una estructura gremial anacrónica que utiliza la presión como estrategia prioritaria, poniendo en jaque al Estado y a la ciudadanía, cada vez que sus privilegios se ven amenazados. La ausencia de un sistema alternativo de transporte público robusto —gestionado con visión técnica, transparencia y participación social— agudiza esta dependencia asimétrica.

En consecuencia, es urgente que el Estado boliviano y los gobiernos municipales, asuman la decisión crucial de transitar hacia un modelo de transporte moderno, regulado, ecológico y plural, en el que la protesta no se convierta en chantaje y en el que la ciudadanía deje de ser un rehén de cualquier interés corporativo. Solamente así será posible romper con la lógica autoritaria de estos sindicatos y construir un sistema de movilidad que refleje los valores de una verdadera democracia: igualdad, transparencia, participación y eficiencia duradera.

Bibliografía consultada

Komadina, J., & Geffroy, C. (2007). El poder del movimiento político: estrategia, tramas organizativas e identidad del MAS en Cochabamba (1999–2005). La Paz: CESU-UMSS. Recuperado de https://www.academia.edu/44403676.

Los Tiempos. (2023, 2 de octubre). “Paro de 48 horas con bloqueo de caminos anuncia el transporte sindicalizado”. Recuperado de https://www.lostiempos.com/sites/default/files/edicion_online/edicion_02-10-2023.pdf.

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