El más allá de la sociedad moderna estaría en las formas comunitarias de vida. En este sentido, hay que volver a hablar de las comunidades anteriores a la invasión europea y moderna desde 1492; es fundamental ver cómo es que desde el presente podemos recuperar el contenido de las “formas comunitarias de vida” que, hasta el día de hoy, cinco siglos después de la dominación española, no han desaparecido del todo.
Uno de los temas que se está debatiendo en la discusión contemporánea, es aquel que está girando en torno de qué es aquello que le podría seguir a la sociedad capitalista en términos de postcapitalismo. Pero también está surgiendo cada vez con más intensidad, la discusión relativa al ocaso de la modernidad como cultura y civilización, lo cual está planteando la necesidad y posibilidad de pensar en algo más allá de la modernidad en términos de Transmodernidad, porque ya se ha visto que la crítica posmoderna, sigue afirmando en última instancia a la modernidad como su propio horizonte.
En mi opinión, este panorama está empezando a plantear problemas que antes no se los había tematizado en profundidad, en parte porque no habían aparecido, y por otra, porque aparecían como inconcebibles, como el de la viabilidad o no de la forma humana que produjo por excelencia la modernidad como es la “sociedad moderna”.
El más allá del capitalismo que aparecía en los siglos XIX y XX como el socialismo, empezó a entrar en crisis a fines de la década de los 80’s con el derrumbe de los socialismos reales. Aunque se sigue pensando que una forma distinta del socialismo –como la idea del socialismo del siglo XXI, o la idea del socialismo comunitario-, podría seguir siendo una alternativa al capitalismo, cada vez empieza a surgir más la conciencia de que tanto el capitalismo como el socialismo presuponen a la modernidad como su fundamento, la cual estaría justamente en crisis. Dicho de otro modo, aún en el socialismo seguiríamos teniendo problemas similares a los que produjo o engendró la modernidad. Por ello ahora el problema central giraría en torno, ya no de la superación del capitalismo solamente, sino de su horizonte histórico y cultural que es la modernidad.
En mi criterio, el capitalismo no produce solamente mercancías o capital, sino también la sociedad. El capitalismo como modo de producción, produce también su propio consumo, es decir, produce y tiene que reproducir incesantemente el consumo de su producción, el cual va a garantizar la reproducción del capitalismo en cuanto tal. En este sentido, la sociedad moderna, no es solamente un conjunto de individuos articulados entre sí, sino que es el sujeto del consumo capitalista por excelencia. Por ello es que, intentar pensar en aquello que estaría o sería el más allá de la modernidad, implica pensar también el más allá de la sociedad moderna, ya no solo el capitalismo o el socialismo.
El más allá de la sociedad moderna estaría contenido en las condiciones existenciales que produjeron milenariamente, las formas comunitarias de vida. En este sentido, no hablamos de volver a las comunidades anteriores a la invasión europea y moderna desde 1492, sino de ver cómo es que desde el presente podemos recuperar el contenido de esas formas comunitarias de vida que, hasta el día de hoy, cinco siglos después de la imposición de formas sociales de vida, no han desaparecido del todo.
Este tema me apareció a mediados de los 90’s del siglo pasado, cuando nos atrevimos a pensar Marx, desde la experiencia cultural e histórica de los pueblos originarios, los cuales son constitutivamente comunitarios.
Lo Primero que aprendimos fue que, para ir más allá del capitalismo, ya no basta con hacerle la crítica a éste, sino que también hay que criticar a la modernidad, porque ésta es el proyecto cultural y civilizatorio propio de la burguesía moderna y eurocéntrica, por eso el capitalismo pudo desarrollarse al interior de la modernidad. Es un proceso conjunto, paralelo, e inescindible. Si para transitar hacia el socialismo, nos limitamos a criticar al capitalismo, y no hacemos la crítica de su fundamento cultural e histórico, lo más probable es que recaigamos en aquello que queremos criticar.
Desde el principio nos dimos cuenta que intentar pensar a nuestros pueblos con categorías provenientes del pensamiento europeo u occidental era una empresa condenada al fracaso. Por eso nos dimos a la tarea de producir conceptos y categorías propias, pensadas “desde América Latina”. Después de constatar que en el contenido de los conceptos y categorías de la ciencia social y la filosofía modernas, lo que está contenido, es solo la visión de la realidad que tienen los países de primer mundo. En cambio, nuestros problemas y concepciones, están literalmente fuera de su marco categorial. Por eso no nos ayudan a conocernos.
Con Marx descubrimos que el capitalismo no produce solamente mercancías y capital, sino que, para reproducirse, necesita producir paralelamente, un tipo de consumo, un tipo de subjetividad y de humanidad, que en el mundo moderno se llama “sociedad”. La sociedad moderna, es ese conglomerado humano que articula al individuo moderno y egoísta, que se preocupa sólo por sus intereses. Esto es, el capitalismo, para poder desarrollarse, necesita desarrollar también a la sociedad moderna, es decir, necesita producir individuos egoístas que luchen en contra de otros individuos para realizar solo su propio egoísmo.
Por ello es que Marx dice en El Capital, que el capitalismo, para poder desarrollarse, necesita destruir sistemáticamente, toda forma comunitaria de vida, es decir, toda forma de solidaridad. Esto quiere decir, que el desarrollo de la sociedad moderna, es paralelo a la destrucción de toda forma comunitaria o solidaria de relación humana. Por ello es que la idea de sociedad, es totalmente opuesta a la idea de comunidad.
Sin embargo, siendo tan evidente la crítica que Marx estaba haciendo de la “sociedad moderna” el marxismo del siglo XX no lo tematizó en profundidad por lo siguiente. Siguió pensando y creyendo en la filosofía de la historia que la modernidad burguesa produjo para justificarse a sí misma como lo más humano, racional y verdadero. Tal es así que, desde la perspectiva de esta visión de la historia, nuestros pueblos comunitarios aparecían siempre como pre-modernos, o sino, como pre-capitalistas. Acá el prefijo de “pre” es negativo, no quiere decir anterior, quiere decir, inferior. El marxismo del siglo XX casi sin excepción pensó y piensa aun que las “relaciones comunitarias” son pre-modernas, o sea, inferiores a las “relaciones sociales”.
Pronto descubrimos con el último Marx que: la “comunidad rural” podía ser un buen punto de partida para una revolución. ¿Qué es aquello que estaba diciendo Marx? Que, cuanto más capitalista es una sociedad, menos está en condiciones de hacer la transición al socialismo, aunque ésta, esté sumamente industrializada. ¿Por qué? Porque para hacer la transición al socialismo, se requiere que un pueblo tenga un alto grado de solidaridad para con los pobres, los hambrientos, los necesitados y los que padecen todo tipo de injusticias.
Esto quiere decir que, si el capitalismo clásico y liberal produjo individuos egoístas, que todavía se hacían cargo responsablemente de sus familias e hijos, el capitalismo neoliberal está produciendo sistemáticamente “individuos autistas” que ya no se hacen responsables de nada ni nadie, sino solo de sí mismos, y si luchan, es para mantener solo la satisfacción egocéntrica y ególatra de sus intereses, aunque en ese intento, perezcan la humanidad y la naturaleza juntas.
En El Capital, Marx muestra que el contenido de la mercancía capitalista es la “relación social”. Relación social en Marx quiere decir, relaciones de dominio y explotación. Dominio de la naturaleza y explotación del trabajo humano, o sino, explotación de la naturaleza y dominio del trabajo humano, el cual es el contenido de la mercancía capitalista; por ello es que la mercancía capitalista, llega –en palabras de Marx-, chorreando sangre humana al mercado.
El problema es saber por qué el capitalismo, aparte de habérsele hecho tanta crítica y estar luchado contra él, sigue de pie. Dice Marx, y cito: “Nosotros hemos visto, no solo cómo produce el capital, sino cómo es producido él mismo… No solo las condiciones objetivas del proceso de producción se presentan como resultado de éste, sino igualmente el carácter específicamente social de las mismas… las relaciones de producción son producidas, son el resultado, incesantemente renovado, del proceso”.
Esto es, el capitalismo no solo produce las condiciones objetivas de la producción, sino también las condiciones subjetivas de la re-producción. Es decir, paralelamente a producir mercancías, el capitalismo produce y reproduce incesantemente a la sociedad moderna, la cual es o representa a las condiciones subjetivas. Y esto se da gracias a la “dialéctica de la producción y consumo”.
Cuando nosotros consumimos mercancías capitalistas, realizamos al capital de dos modos. Primero; realizamos al capital como ganancia, cuando las compramos, porque posibilitamos su reproducción. Pero –segundo-, lo peor de todo, es cuando subjetivamos mediante el consumo, la mercancía capitalista. Y esto se da especialmente con el alimento capitalista. Porque cuando consumo mercancías, subsumo en mi corporalidad, la intencionalidad y el contenido de ese alimento capitalista, el cual llega a formar parte de mi propia corporalidad, de mis pensamientos y sentimientos. Ese es también el contenido subsumido, no sólo el contenido nutricional.
Cuando consumo mercancía capitalista, esto es, cuando la constituyo en parte de mi subjetividad o personalidad, lo que estamos haciendo es hacer que las relaciones sociales contenidas en la mercancía capitalista, formen parte de mi propia subjetividad, de nuestra personalidad, de nuestro yo, de nuestro ego. Es decir, de ser seres humanos éticos, solidarios o comunitarios, gracias al consumo de este tipo de mercancías, nos vamos convirtiendo, poco a poco, en individuos egoístas y egocéntricos que solo buscan su propio bienestar, es decir, de haber sido “pueblo” o “comunidad”, nos convertimos en “sociedad moderna”. Y cuanto más modernos nos volvemos, menos estamos dispuestos a dar la vida por el prójimo, por la revolución, la humanidad o la naturaleza.
Parte del fetichismo de la mercancía, consiste en no ver, en el aparecer de la mercancía, estas relaciones de dominio y explotación. No solo que no lo vemos, sino que ya no podemos verlo al fetichismo y, a veces, no queremos verlo, pero está contenido en la mercancía, aunque no lo veamos, por eso las mercancías llegan baratas al mercado. Porque si al productor se le hubiese pagado el salario justo, la mercancía costaría mucho.
Si esto es así, ¿cómo podemos producir un tipo de consumo que exija otro tipo de producción distinto del capitalista? Necesitamos tener conciencia clara de lo que significa la “comunidad” para ir más allá del capitalismo. Pero, ya no estamos hablando de la comunidad feudal o primitivo-europea, o asiática, sino de la idea de Comunidad que nuestros pueblos han producido, que no son ni feudales, ni asiáticos. Necesitamos tener conciencia de que las formas de vida anteriores a la modernidad, no son en sí mismas inferiores, atrasadas o subdesarrolladas, como las hace ver la modernidad. Son mucho más racionales de lo que nos imaginamos.
Para hacer la transición al “socialismo del siglo XXI”, al “socialismo comunitario”, o a cualquier otra forma de vida, distinta del capitalismo, necesitamos producir otro tipo de consumo, en cuyo contenido esté fácticamente presente, nuestra propia intencionalidad de solidaridad y de comunidad. Porque cuando el productor produce, siempre lo hace con un tipo de intencionalidad, el cual es el contenido de su producto. Y cuando se realiza por el consumo esa producción, entonces se puede desarrollar esa otra “forma de producción”. Decimos que somos socialistas, marxistas, revolucionarios, etc. Pero, paralelamente, no nos hacemos ningún problema consumiendo mercancías capitalistas, empezando por la coca cola, las hamburguesas McDonalds, etc. Sabemos que su consumo hace daño y que es mala para la salud, pero igual, la seguimos consumiendo.
Cuando decimos que necesitamos consumir lo que producimos, lo que estamos queriendo decir, es que, tenemos que producir un tipo de producción cuyo contenido no sean las relaciones de dominio. Y esto, no solo porque necesitamos de otra subjetividad, sino, porque necesitamos producir otra objetividad, o sea otra realidad distinta de la del capitalismo y la modernidad. Pero también porque necesitamos reproducir una voluntad de vida en nuestros pueblos, acorde al tipo de proyecto revolucionario que queremos. Y entonces tenemos que preguntarnos ¿cómo se produjo la voluntad política, la voluntad de vida y de liberación, con la cual los ejércitos libertarios comandados por Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, salieron a liberar este continente del yugo español? No solo había una conciencia emancipadora, sino que había también una forma de producir esa conciencia y esta empieza con los alimentos y se corona con las ideas.
Lo mismo podríamos decir del ejército vietnamita, ¿cómo su pueblo se enfrentó a uno de los ejércitos más poderosos del planeta y los vencieron? Parece que todo empieza con la producción de un tipo de consumo, es decir, con la producción de un tipo de subjetividad, y ésta, parece que empieza con la producción y el consumo de los satisfactores inmediatos de la vida humana, acordes con el proyecto político y de vida que tienen los pueblos revolucionarios.
Por más paradójico que parezca, la claridad de este problema la tuvieron y tienen nuestros pueblos originarios, y no de ahora, sino desde hace siglos, por eso se han mantenido hasta ahora, después de tantos siglos de explotación, humillación, marginación y negación.
Entonces ante la pregunta de ¿por qué algunos pobres votan por la derecha? Porque gracias al consumo moderno y a la subjetivación de la producción moderna, creen en la modernidad, o sea en la forma de vida que la burguesía ha producido. Es pobre, pero tiene conciencia burguesa. ¿Por la ideología? En parte, pero, fundamentalmente por el consumo. Marx ya se había dado cuenta que, en sus tiempos, el proletariado inglés, ya tenía conciencia burguesa, ¿por qué? Por el tipo de consumo. Parte del problema de la colonización moderna, radica en el tipo de consumo que ésta impuso, porque cuando hemos caído en esta forma de consumo, ya estamos colonizados, aunque nuestro discurso sea descolonizador.
Para terminar, esta reflexión nos condujo a una pregunta similar a la que Marx se hizo varias veces: ¿por dónde debiera empezar una revolución? El marxismo del siglo XX ha respondido casi de modo unánime por la modernización, la educación y el desarrollo de la industrialización. Pareciera que ahora, debiéramos empezar por la producción de un nuevo tipo de consumo, acorde con esta nueva subjetividad y voluntad de liberación de todo tipo de injusticia.
Por ello hablamos de la producción de una Comunidad trans-moderna y post-occidental, porque si bien es cierto que somos los pueblos del Sur, nuestro sentido no es hacia occidente. La filosofía moderna dice que la civilización humana empezó en el oriente, y que su desarrollo es hacia el occidente. Nosotros decimos que no todo se originó en el oriente, sino también en el sur, por eso decimos que nuestro norte, está ahora en el Sur. Pero no es un sur geográfico, sino existencial.
Por ello afirmo que, en última instancia, el pasaje de la sociedad moderna a la comunidad trans-moderna, es también el pasaje de América Latina hacia Amerindia, hacia el Abya Yala. Y esto, no es sólo un cambio de paradigma, sino de civilización. Si somos conscientes de esto, nuestros procesos dejarán de ser vistos como meros ciclos progresistas o de cambio. No hay que perder de vista que lo que está pasando hoy en Venezuela o en Bolivia, no solo está siendo observado por el imperio, sino por la humanidad toda.
Pareciera que las más grandes transformaciones y revoluciones empiezan con las cosas más sencillas, las más cotidianas, las aparentemente intrascendentes. Por ello creemos que nuestros procesos revolucionarios pueden tener, no solo una trascendencia continental, sino, universal. Siempre y cuando tomemos conciencia que lo que se juega, en última instancia, no es un proyecto político o económico más, sino que este proceso implica, en última instancia, un “proyecto de vida más humano”.