El embargo económico impuesto a Cuba por los Estados Unidos en el año 1962 es inhumano, porque es el pueblo cubano quien termina sufriéndolo. ¿Pero es el embargo el culpable fundamental de 60 años de miseria económica de Cuba? ¿Y es con base a él que se puede explicar la situación política y social de la isla? Este artículo reflexiona sobre ciertos hechos.
Estamos de acuerdo con que ningún gobierno tiene el derecho de boicotear la economía de otro país. El embargo económico impuesto a Cuba por los Estados Unidos en el año 1962 es inhumano, porque es el pueblo cubano quien termina sufriéndolo. ¿Pero es el embargo el culpable fundamental de 60 años de miseria económica de Cuba? ¿Y es con base a él que se puede explicar la situación política y social de la isla? Vamos a los hechos.
Iniciado el año de 1962, después de que Fidel Castro declarara el carácter socialista de la Revolución (en el año 1961) y confiscase las propiedades norteamericanas en Cuba, el gobierno de los EUA del presidente Kennedy decretaría el “embargo total” a la isla, declarando ilegal todo producto de origen cubano en los EUA y creando una serie de restricciones a las exportaciones de empresas estadounidenses en Cuba. Fueron tiempos de “guerra fría”, que tiene en la llamada “guerra de los misiles”, en la instalación de misiles soviéticos en Cuba en el mismo año de 1961, una marca histórica indeleble en el imaginario del continente.
Posteriormente, en 1992, y ya después de la caída del “bloque socialista”, el embargo adquiriría el carácter de ley, y en 1996, el Congreso de EUA aprobaría la Ley Helms-Burton, prohibiendo a los ciudadanos norteamericanos realizar negocios dentro de Cuba o con el gobierno cubano. La justificación se amparó en la continua necesidad de abrirse espacios a las libertades políticas y económicas, además de la condena a la violación de los Derechos Humanos realizadas por el régimen castrista.
En 1999, Bill Clinton endurecería el embargo, prohibiendo a sucursales extranjeras de compañías de EUA, negociar con Cuba en valores que superasen los US$ 700 millones por año. No obstante, en el año 2000, el mismo Clinton autorizaría la venta de algunos productos “humanitarios” a Cuba, como insumos médicos. Pero esto no sería todo. Si observamos los datos de importación de bienes a Cuba en el período de 2003 a 2012 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, UNCTAD), EUA se encuentra en el 5° lugar como socio comercial con Cuba, detrás de Venezuela, China, España y Brasil, sin contar que ha sido uno de los principales proveedores de productos agrícolas.
Importa no olvidar, y reconocer, que Cuba ha sabido contornar muy bien el injusto embargo de EUA, en especial cuando se presta atención a lo que ha sido la inversión económica de la Unión Soviética (URSS) hasta el año 1991, año de su colapso. Un ejemplo de la influencia, no únicamente económica sino también cultural y social que ejerció esta ex potencia socialista, es la curiosa anécdota de que en Cuba los niños en edad escolar aprendían en libros editados e impresos en Moscú; los libros de cuentos infantiles, inclusive, eran traducciones de los que leían los niños rusos, con personajes pintados en escenarios con 10 grados debajo de cero: por eso, no es casual que muchas cubanas lleven por nombre Catarina, y cubanos se llamen Yuri.
El comercio con el “bloque socialista” fue significativo entre 1972 y 1982, donde tractores de la ex Alemania Oriental trabajaban el campo cubano. Fueron US$ 3 billones anuales recibidos por Cuba de la URSS entre 1970 y 1991. Cuba vendía azúcar por encima del precio de mercado mundial a la URSS, y ésta le vendía petróleo al régimen castrista a precios irrisorios. Por aquellos años, no recuerdo otro país latinoamericano que haya gozado de un privilegio extranjero parecido.
Lo mismo sucedió con los recursos económicos, Cuba no tuvo el desarrollo esperado, y con el fin del “bloque socialista” y la URSS en 1991, vio su economía declinar irreversiblemente, cayendo su PIB en, aproximadamente, 32% en 2 años. Los años posteriores, los años de 1990, marcarían el llamado “período especial”, la peor crisis económica y social del país, retratada en películas y literatura pujante como la de Pedro Juan Gutiérrez en “Trilogía sucia de La Habana”. Cuba, entonces, se abriría al turismo como nueva fuente de recursos. Se intensificaron las relaciones con países como Gran Bretaña, Canadá, España, Brasil y Venezuela. Justamente, la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela en 1999, representaría un alivio, produciéndose una estrecha aproximación política y económica entre Fidel Castro y el líder venezolano, semejante a la mantenida con la ex Unión Soviética.
Para que se tenga una idea, Venezuela llegó a enviar a Cuba 120 mil barriles diarios de petróleo, que Cuba pagaba con el envío de profesionales de “sectores estratégicos”, de la salud (médicos), de servicio social, de inteligencia militar, estos últimos para asesoramiento directo al gobierno de Venezuela. En el año 2008, únicamente con Venezuela, el comercio cubano representó más de US$ 2.500 billones, con China un valor semejante, con Canadá más de 1 billón, y con España otro billón de dólares. En su relación con Venezuela, Cuba consiguió subsidios energéticos y financieros, beneficios que, en parte, conseguiría con otros países del continente durante el “ciclo político progresista”, con países como Brasil, Argentina, Uruguay. Fueron 13 años de condiciones económicas nada despreciables, que inclusive se potencializan con las puertas abiertas de su comercio con países europeos y con la pujante China.
Es verdad que con la llega de Donald Trump a la presidencia de los EUA y sus drásticas políticas impuestas en contra de Cuba, se revirtió el proceso de acercamiento que se había dado con el presidente Barack Obama. Trump trajo, nuevamente, la vigencia de la ley que permitía demandar a las compañías extranjeras que habrían “traficado” con bienes confiscados por el gobierno cubano, implicando una paralización en la inversión. También impuso la restricción de vuelos a Cuba y la imposición de límites a las remesas, así como la prohibición a Western Union de enviar dichas remesas a una agencia cubana dirigida por militares. En particular, estas restricciones fueron determinantes para el deterioro de la sobrevivencia de muchas familias cubanas, dependientes del dinero enviado por familiares residentes en los EUA.
Como si fuera poco, con la pandemia de Covid-19 en el año 2020, la situación económica y social se agravaría aún más. A pesar de la inoculación de la población con dos vacunas producidas en Cuba que no han probado su eficiencia, la pandemia trajo un aumento de muertes, saturando el sistema de salud público. Económicamente afectó al turismo, sobre todo cuando el gobierno de Miguel Díaz-Canel, exigió que los viajeros paguen de antemano un “paquete de aislamiento” para alojarse en hoteles durante el período de la cuarentena. Afectó, también, la actividad del “contrabando” (mulas), actividad dedicada a llevar remesas, alimentos, ropas u objetos de consumo para familiares, o para su venta informal en Cuba. Ante este escenario, las gigantes empresas turísticas españolas Meliá y Bankia terminaron saliendo del país.
Hoy, por La Habana circulan automóviles de origen japonés y coreano. Podemos preguntarnos, cómo fue que llegaron ahí. De hecho, para algunos cubanos, existe la posibilidad de comprar productos de EUA traídos de México (de contrabando). Pueden comprarse electrodomésticos de Alemania, juguetes de China o hasta cosméticos de Brasil. En La Habana son conocidos los grandes supermercados con productos importados sólo para extranjeros, que se pagan en dólares o en euros.
Pero, ¿por qué la mayoría de la población no puede comprar? Porque no tiene con qué comprar. Y no se trata de un problema monetario, ya que el gobierno emite papel moneda sin pudor, y hasta ha permitido, de forma contradictoria, la circulación del euro y el dólar. Lo que falta en Cuba es oferta. Cuba no ofrece cosas de valor para el mundo. Cuba es pobre: su capital, La Habana, es una ciudad en decadencia edilicia, oxidada y llena de escombros, con casas que se pueden caer en cualquier momento. Tiene una pésima infraestructura, un parque industrial con atrasos tecnológicos de 50 años, servicios públicos y de comunicación ineficientes y envejecidos. Pero Cuba es pobre, entre otras cosas, porque el trabajo de los cubanos no es productivo. Productivo en el sentido de ofrecer calidad y valor significativo al trabajo desempeñado, y en sintonía con las necesidades del mundo y el mercado mundial de bienes.
El problema es que productividad es cosa de emprendedor capitalista, algo que muchos cubanos aprendieron cuando trabajaron en el mercado turístico con los españoles y canadienses. Es por su aspecto emprendedor que una sociedad descubre y realiza el mejor uso para el capital y el trabajo. Pero cuando el gobierno cubano, en épocas de Obama, permitió un poco de “racionalidad emprendedora” (autorizando los pequeños negocios como los paladares o restaurantes), las contradicciones se hicieron presentes, ya que sería el mismo gobierno comunista que restringiría el ingreso de capital. Es importante decir que la importación de bienes de capital es restringida por el gobierno cubano. Así, aquella apertura comercial con Raúl Castro, donde los cubanos vieron llegar barcos de EUA llenos de los primeros aparatos de aire acondicionado “Split”, para definitivamente poder sustituir los desmantelados ventiladores de pie, no pasaría de un sueño de pocos días. Faltan herramientas, máquinas para trabajar. Faltan camiones para transportar los alimentos por el país. Es conocido que, en el año 2009, toneladas de tomates se pudrieron por falta de transporte.
La caída actual de la producción agrícola, ganadera y pesquera, junto a la reducción de importaciones de alimentos por falta de dinero, ha provocado una aguda escasez de alimentos. Durante los meses de abril, mayo y junio de este 2021, largas colas en los puestos de racionamiento se produjeron en todo el país, generando grandes descontentos, transmitidos por los celulares que ahora se podían conectar a las redes de comunicación virtuales.
El racionamiento que antes aseguraba una cuota mínima de alimentación (en 2018, vi personalmente que los ítems ofrecidos no durarían 4 días para una familia integrada por 3 personas), se ha reducido gradualmente. Los alimentos de la “libreta”, ahora se venden hasta en el mercado negro a precios cuatro o cinco veces superiores al precio racionado. En las tiendas estatales, cada vez hay menos alimentos en los estantes. Es prácticamente imposible comprar alimentos y medicamentos con CUP, el peso cubano. El arroz, los porotos (frijoles), el cerdo, prácticamente no se encuentran o cuestan demasiado. La libra de pollo importado de los EUA o Brasil, al costo de un dólar se vende siete veces más caro, mientras que la botella de aceite para cocinar se ha multiplicado cuatro veces, un paquete de salchichas tres veces y la leche en polvo que sólo se vendía a los niños y ancianos 120 veces[1].
El embargo económico de Estados Unidos es inhumano, pero es igualmente inhumano querer explicar la situación de pobreza y de miseria de Cuba por dicho embargo. El embargo no impidió, como es visible, que Cuba haya tenido una relación económica y comercial con otros países, y hasta con empresas estadunidenses. Su alineamiento con la Unión Soviética por décadas le brindó una condición económica que, prácticamente, ningún otro país tuvo en el hemisferio. Luego estableció una relación con Venezuela, que de igual manera le posibilitó la actividad económica. Algo, entonces, fracasó, inevitablemente, y con eso una manera de ver el mundo. Es que, así como el embargo de EUA no aisló, definitivamente, a Cuba del resto del mundo, nada tiene que ver su eventual existencia, inclusive para fundamentar la supresión de las libertades civiles, políticas y económicas en el país.
Recordemos las manifestaciones realizadas en varias ciudades de Cuba el día 11 de julio de 2021, momento que marcaría un antes y un después sobre los descontentos de una sociedad civil cansada de tanta precariedad. Observando las imágenes de aquel día, no hay duda de que se trataba de un pueblo que salió a las calles con “hambre de todo”. Hambre de comida, ropas dignas, zapatos, poder expresar su orientación sexual sin ser reprimido, poder elegir sus gobernantes, poder opinar sin miedo, poder viajar y conocer lo que el mundo reserva a todos.
Con la llegada de internet a la isla y la difusión de imágenes de estilos de vida en otros países, del contacto con familiares y amigos residentes en EUA, en Europa o hasta en cualquier otro lugar de Latinoamérica, el régimen cubano no pudo sustentar más su narrativa sobre la realidad, a través de su canal de TV oficial o TeleSUR de Venezuela. Pero ¿por qué algunos todavía insisten en fundamentar en el embargo económico la situación de Cuba? Hay una clase media de personas que se considera de izquierda, y un grupo de intelectuales que se considera “progresista”, que no aguantaría una semana vivir la vida cotidiana de un cubano. No obstante, hace piruetas para justificar lo injustificable. Viajan a Cuba y son capaces de encontrarle poesía a la decadencia de las ciudades, son agiles en la retórica de la “buena pobreza” cubana, que resiste el imperio. Estupideces, que el cubano se cansó de ver cuando se mira en el espejo. La jovencita mulata y escuálida que se prostituía por un jabón en El Malecón, cada vez que puede seguirá saliendo por las calles para gritar ¡libertad!
[1] Frank, Marc (2021), “Roaring inflation compounds Cuban’s economics woes”, Reuters, 16 de Junio.