Escrito por: 12:00 am Política

Los Escritores Resistiendo al Poder

Una de las profesiones u oficios de mayor riesgo es el de los escritores disidentes. A lo largo de la historia fueron perseguidos, hostigados y asesinados por indagar y decir la verdad. La crítica de los intelectuales se enfrenta al poder y subvierte el orden de las cosas por medio de la palabra, reflexiona el autor.

El expresidente Hugo Chávez, en su discurso ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (20/septiembre/2006), hizo una referencia enaltecida al libro de Noam Chomsky: Hegemonía y supervivencia (2004). Sin embargo, si el lingüista, filósofo y politólogo Chomsky radicaría en un país “totalitario” y sus escritos o argumentos fueran contra ese sistema, hace rato ya hubiera sido censurado, envenenado o asesinado.

Existen varias formas de deshacerse de un disidente que incomoda al poder. Con justa razón, en una de sus frases célebres, Noam Chomsky expresa el compromiso que todo escritor debe tener, en estos términos: “Es la responsabilidad de los intelectuales decir la verdad y exponer las mentiras”. No se trata de exaltar un sistema político y desacreditar otro, por cuestiones de comodidad y fortuna. No en vano, este activista escribió esta otra confidencia: “Caso tras caso, vemos que el conformismo es el camino fácil y la vía hacia el privilegio y el prestigio; la disidencia, sin embargo, trae costos personales”. De otra forma, decir la verdad tiene costos y riesgos. Y los poderosos sólo se afanan por el “costo beneficio”.

Una de las profesiones u oficios de mayor riesgo es el de los escritores disidentes. A lo largo de la historia fueron perseguidos, hostigados y asesinados por indagar y decir la verdad. La lista de los literatos que fueron liquidados es muy larga. Para citar algunos casos trágicos está el de Esopo, el fabulista de la antigua Grecia que, por sus sátiras dirigidas al círculo vicioso del poder y la élite, fue acusado de robo y lanzado al precipicio. Empero, sus fábulas hoy se siguen enseñando en las escuelas con sus respectivas moralejas que reflexionan a niños y adultos. Otro caso es el de los escritores Boris Pilniak e Isaak Bábel, que murieron en los campos de concentración del régimen estalinista durante la Gran Purga en la década de los treinta del siglo anterior. El delito fue denunciar los atropellos y crímenes de la dictadura comunista.

Los casos suman y siguen, pero no restan. También la Biblia dice algo al respecto: “Lo cierto es que mientras más se sabe, más se sufre; mientras más se llena uno de conocimientos, más se llena de problemas”. (Eclesiastés 1:18). Traducido en nuestro medio, se discute en los colectivos sociales lo siguiente: el que sabe más, sufre más. ¿Cuáles son las raíces por la que esta historia está teñida de sangre? ¿Es por expresar, denunciar, anunciar y advertir a la sociedad de algo que se sabe y duele? La “libertad de expresión”, poco a poco, se está convirtiendo en “libertinaje de ejecución” a escritores que no se salvan, incluso aquellos que, desde la narrativa de ficción, dicen algo que aguijonea el dogma o el fanatismo. Entre otros aspectos, es por no subordinarse a los dictámenes, al atropello y al abuso de poder, como dirían los politicastros. Por ello, la poesía es irreverente y subversiva, como la de Bertolt Brecht que reflexionaba en uno de sus versos; poniendo la palabra en la llaga, exclamaba: “General, el hombre es muy útil / Puede volar y puede matar /Pero tiene un defecto:/ puede pensar”. Y se puede añadir, puede también sentir y escribir.

Así, una de las virtudes y potencialidades del ser humano es la de razonar y discernir. Pensar su realidad, enunciar y manifestar la belleza de una flor en la naturaleza cotidiana y poner todo por escrito para compartir con los demás el asombro por la vida, o un sentimiento simple y complejo, a la vez que comparte un episodio de amor. Asimismo, también los escritores expresan los problemas que oprimen a la sociedad, fruto de las relaciones verticales y asimétricas del poder. Es así como el pensar y su expresión pueden poner en riesgo la vida.

Por lo tanto, otros prefieren callar o autocensurarse. Pero los más valientes dicen y manifiestan su verdad. Como un filósofo lo expresó: “di tu verdad y rómpete”. En otras palabras, los escritores no quieren ser adoctrinados, por eso viven su realidad y la manifiestan en sus escritos, en aforismos. Otros lo expresan en el arte de la pintura, el arte del dibujo (caricaturas), grafiti (escritos en la pared). Con sátira y buen humor enfrentan al poder constituido o por constituirse. El escritor es un rebelde nato, por eso nace gritando y luego renace cada cierto tiempo, escribiendo.

Ya había expresado con ímpetu Luis Espinal: “callar es como mentir”. Este sacerdote íntegro, después de fundar el semanario Aquí y luchar por la democracia, se enfrentó al poder. Por esa radicalidad, fue apresado, torturado y asesinado en las garras de la dictadura militar. Y otro escritor como autodefensa escribió al respecto. “Cuando alguien te quiere callar, la mejor respuesta es hablar. No quedarse en silencio. Si alguien dice que te quiere atacar por un libro, escribe otro, luego otro y otro. Para que las personas empiecen a ver algo de manera diferente hay que rodearlas con otros libros, de modo que parezca parte de un viaje artístico”. Lo dijo Salman Rushdie que también fue amenazado y después apuñalado. Federico García Lorca reflexionó en la inauguración de una biblioteca: “¡Y cuánto esfuerzo ha costado al hombre producir un libro! ¡Y qué influencia tan grande ejercen, han ejercido y ejercerán en el mundo!” Esta es la respuesta que esgrimió un bibliófilo honesto en contra de los neófitos que creen que producir un libro es una “travesura”. Producir un libro es todo un sacrificio y es un acto de altruismo que tiene como destinatario la humanidad, más aún, si es un libro autofinanciado por su autor como ocurre en gran parte de los países del tercer mundo. El poeta García Lorca fue, posteriormente, fusilado por el régimen fascista.

También, Gabriel García Márquez, manifestó: “escribir libros es un oficio suicida”. Entre otros argumentos y vocaciones, el escritor se debe a los lectores y a su sociedad. En la actualidad, una de las medidas en contra de los escritores, para acallarlos y se autocensuren, es inventarles o sembrarles delitos mayores o menores, les pisan los talones con impuestos y otras artimañas para que no denuncien ni esclarezcan a la sociedad. Si fuera el caso, los que detentan el poder les coserían la boca y los maniatarían para que la escritura no sea de puño y letra. A los crápulas que ejercen algún poder no le gusta que les hagan preguntas, simples preguntas, peor aún si son preguntas incisivas que aguijonean, ¿y por qué esto? Porque la crítica subvierte el orden de las cosas por medio de la palabra.

Sobre el poder se ha escrito bastante y, tal vez, se ha investigado poco; es más, los políticos, si es que leen, entran al palacio unas veces con el libro bajo el brazo, sea El príncipe de Maquiavelo, o El arte de la guerra de Sun Tzu. Estos individuos viven en sus encierros y son sus propias palabras: “estamos en guerra”. Por ello, tratan a los contrarios como enemigos y no como adversarios circunstanciales. En sus mentes no hay un espacio para educar sobre la “cultura de la paz”, su política es “aplastar a los demás”. Como sujetos frustrados y acomplejados, persistentemente sembrarán más violencia y más violencia. Sin duda que el odio está asociado a esta psicología del poder.

De las diferentes aportaciones que hacen los escritores, a pesar de ser perseguidos, silenciados, hostigados y asesinados, se puede valorar su escritura a favor de la humanidad (humanismo) y en sus actos se ve el hecho de sembrar cultura con libros y más libros, libros locales y universales que ayudan a forjar la cultura de la paz y la verdadera democracia. Es la palabra que se sensibiliza y se racionaliza para sembrar en el surco, escribir para sobrevivir en “paz y amor”, aunque no tengan autorización. No obstante, el ejercicio vertical del poder se los llevó a la tumba antes de tiempo, la respuesta es–parafraseando al poeta bengalí Rabindranath Tagore–: ante tanta violencia, los escritores siguen regalando libros. Como lo hace la tierra, que sigue regalando flores frente a tanta devastación del ecosistema.


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